Los devenires del agua

Por Gabriela Galindo

Alexandra AKtories

El mundo es un incesante devenir de las cosas, 
un flujo perpetuo, donde el fuego es la sustancia que da principio a todo, 
es activo, inteligente y creador. 

Heráclito 

La obra de Alexandra Aktories se mueve gracias a dos grandes potencias:  u na está en los materiales, el barro, crudo o coloreado, la luz y el agua que, en su conjunto, generan una delicada experiencia sensorial. Pero hay una segunda potencia que se revela en su trabajo, en cada una de sus esculturas logra la integración de los elementos primordiales de la naturaleza: Tierra, Agua, Aire y Fuego. La tierra es de donde surgen las formas, el fuego les da la consistencia necesaria para que corra el agua, y el aire las sostiene. Estas cuatro instancias están presentes con todo su movimiento, su fluir y contradicción. Empédocles sostenía que los cuatro elementos y las dos fuerzas que los mueven, el amor y la discordia, son la condición para el conocimiento humano. De esta manera, estas fuerzas que surgen de la emoción, moverán los elementos que nos permiten conocer las cosas del mundo. 

De igual forma, Aktories fluye entre lo racional y lo sensorial. Por un lado, trabaja con un extraordinario dominio de la técnica toda la materialidad del barro y, al mismo tiempo, podemos sentir el velado discurso de los grandes filósofos que la han acompañado por   largo tiempo . Esta lucha entre la Noesis (el pensamiento intuitivo) y la Diánoia (el pensamiento discursivo) provocan lo que Aristóteles consideró que era el corazón del conocimiento, es decir, la conjugación de la teoría con la práctica. Praxistechné y theoria se ven notablemente unidas en el trabajo de Aktories. Curiosamente, la palabra teoría está relacionada con el pensamiento especulativo que, a su vez, tiene relación con la mirada; es la unión del sufijo thea, indicando "he aquí" y horó, que significa ver, de ahí el origen espectador. Pero las esculturas de Aktories no solamente se miran, se sienten. Estas esculturas cantan, y el sonido del agua es tan provocativo que, como si fuera un llamado, nos invita a tocarlas. 

El trabajo de Alexandra nos lleva a estados emocionales que parecerían oponerse; por una parte, nos remite a una contemplación silenciosa y distanciada y, por otra, nos incita a experimentar con los sentidos toda la fuerza de los materiales. Esta confrontación permite, en su aparente contradicción, una experiencia estética sensitiva, en la que la oposición entre la estructura conceptual y los propios materiales es lo que da lugar al equilibrio y armonía que sustentan a cada una de las piezas. 
La artista logra conjuntar aquello que Heráclito llamó el “alma seca“, esa conciencia purificada y base del intelecto, con el “alma húmeda”, que se deja turbar por el vino impuro del éxtasis sensual, por la exaltación emotiva y los impulsos. 

Aktories trabaja con el elemento de la tierra, usando una de las técnicas más antiguas creadas por el ser humano desde tiempos milenarios. La palabra cerámica, proviene del griego κεραμική (keramiké) que significa “hecho de arcilla” y está asociada con la palabra Ker (fuego o calor) de origen indoeuropeo. Los griegos desarrollaron técnicas muy evolucionadas de moldeo: se sabe que conocían el torno, una herencia de origen posiblemente egipcio, además de desarrollar hornos de gran sofisticación que contaban con doble cámara (una para la leña y otra para la colocación de las piezas), con salidas de humo y dos aberturas para controlar la temperatura. 

Los griegos sabían que, para que la pieza fuera resistente, es decir, para que adquiera sustancia, necesitaba pasar por el fuego. El fuego en la cerámica es, como diría Heráclito, su principio fundamental. 

Sabiendo que el paso por el fuego era crucial, cuando los griegos metían las piezas al horno, invocaban a los dioses para evitar que los malos espíritus las quebrasen; de igual forma, los romanos, solamente encendían los hornos cuando la luna estaba en cuarto menguante, pues la fuerza del astro podía echar a perder las piezas. 

Quiero anotar que estas referencias tienen un sentido que va más allá de lo histórico: Alexandra cuenta con una formación en Filosofía y, por ello, no es casual que varias de sus piezas tengan títulos que nos refieren a conceptos filosóficos, en su mayoría, en griego. De ahí también el título de su más reciente exposición “Thauma”, que significa el momento de revelación de una verdad que provoca asombro, fascinación. Es como un instante en que algo nuevo se nos revela ante los ojos y nos deja paralizados. 
Alexandra Aktories es artista para esculpir y filósofa para pensar. Por ello, sus piezas son un fluir eterno, como el devenir heracliteano, donde todo fluye y todo es cambio en ese devenir. En la obra de la artista-filósofa no podemos tocar el agua dos veces, porque el agua está en movimiento y, aún cuando el agua es la misma, siempre es distinta, suena distinto, se siente distinto. 

Los filósofos y los artistas se alimentan del asombro; las cosas del mundo, desde las más pequeñas y triviales hasta las que se salen fuera de lo ordinario, se convierten en disparadores de la reflexión o de una actitud problematizadora. Y nada hay más fascinante para un creador que un problema. Cada una de las piezas de Aktories representan un reto, no sólo a la imaginación, en tanto su forma, color y materiales, sino que son toda una obra de ingeniería mecánica, que debe funcionar a la perfección para permitir el continuo movimiento del agua y, en algunos casos, la presencia de la luz, ambas contenidas y fluyendo armónicamente. 

Algunas de las piezas son un verdadero enigma: ¿de dónde sale el agua, por qué no se derrama? o ¿cómo es que escurre hacia un lado en particular, desafiando las leyes de gravedad y siguiendo, al parecer, un designio caprichoso de la artista? 

Pero, enigmáticas o no, lo que todas sus piezas comparten es la delicadeza de las formas que contienen una geometría asimétrica perfectamente calculada. Aktories se aventura y experimenta con los colores y las formas, pero no puede errar en su perfecta matemática; un par de milímetros de más en uno de los cantos y el agua se manif estará en toda su rebeldía hacia donde no debe. Es por ello que el medio que ha elegido para trabajar, tampoco es una casualidad. El barro es un material no sólo moldeable y flexible, sino también con la capacidad de hacerse impermeable. La cerámica de alta temperatura, también conocida como Grès o Stoneware, permite que el agua fluya libre pero contenida, posibilitando la instalación del complejo sistema mecánico –que incluye bombas hidráulicas e instalaciones eléctricas– invisible a los ojos del espectador. 

Habiendo trabajado la madera y otros materiales, Alejandra recurre a la cerámica porque le permite manipular otro elemento que nutre su espíritu: el agua. El agua como elemento vital, el principio de todas las cosas según Tales de Mileto, ese fluido mágico, hace que las esculturas de Aktories se muevan, respiren y suenen. El agua siempre anuncia su movimiento, el ritmo de su fluir va dejando un rastro sonoro inconfundible. La sensación que nos provocan algunas de sus obras es que las esculturas nos hablan al oído y nos susurran increíbles secretos líquidos. 

Termino con unas palabras de Aristóteles, que me ayudarán a explicar la experiencia que me inspiran sus esculturas, cuando dice: “La tierra está en el agua, el agua en el aire, el aire en el fuego, el fuego en el cielo, pero el cielo no está en ninguna otra cosa.” 

Gabriela Galindo 
Ciudad de México, enero, 2018

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