Por Magali Tercero
El sonido del agua, de una tersura inesperada y con acordes casi musicales, ha impregnado la charla con Alexandra Aktories. Mientras escucho la grabación, dos horas de entrevista sostenidas con esta artista del agua, como la pienso al tiempo que escribo, comienzo a sentirme conmovida. Desconozco la razón. ¿Son los sonidos entrecruzados del agua que llegan desde las múltiples piezas de cerámica que habitan su estudio? ¿Son las formas, curvas casi siempre, de sus esculturas con agua? En cierto momento, Aktories se va a buscar el té y quedo inmersa en un silencio atravesado únicamente por este poema sonoro que ha construido desde una inteligencia precisa y casi científica. Cierta zona de su existencia la ha vivido en medio de números y proyecciones arquitectónicas de edificios cercanos al mar. Y eso, me atrevo a decir, aún con la memoria del agua en los oídos, la ha llevado a la magnífica tarea de esculpir contenedores de cerámica para el agua. “La idea era tener un hilo de agua enmarcada, algo tan minimalista como un hilo de agua autocontenido”, cuenta respecto a la pieza titulada Caída Libre. A Aktories le es esencial un concepto proveniente de la India: la asana. No como postura de yoga sino como plataforma para las deidades. En aquel país cada divinidad se sostiene sobre un asana para que no toque el suelo. Con sus esculturas –Vigilia, Agua: El hálito de su cima, Emerge y sorprende, por mencionar algunos títulos–, le otorga su asana al agua: “La veneras, la quieres. Esta pieza es una plataforma para honrar un hilo de agua”. Sus palabras emocionan. Alexandra Aktories reverencia a la Naturaleza con absoluta dedicación. Dice con sencillez: “Yo hago el ofrecimiento al agua y ella pone la magia. Esto lo siento muy profundamente. Las esculturas son una plataforma para venerar el agua”. Hay algo muy espiritual en ello.
Cuenta Akories que hace cerámica de alta temperatura ya que este material le permite hacer algo con el agua. Desde muy joven aprendió a hacer cerámica utilitaria con el maestro Nemesio Hernández, cuando estudiaba Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Después comenzó a trabajar la madera, material muy noble para ella. Dejó la cerámica durante largos años hasta que una intuición y un deseo, en un momento de trabajo intenso con 2 la madera, la condujeron a modificar el rumbo: “Fue una pulsión. Decir quiero hacer algo con agua, quiero que a las piezas puedan jugar con el agua”. Y así, después de pensar y pensar sobre volúmenes y caídas de agua, volvió a la cerámica. Para poder hacer algo con el agua “traicioné a la madera”. El agua la guió porque requería un contenedor que la madera no podía darle. La artista nunca había trabajado con agua pero fue observando que tiene diferentes formas de caer y desplazarse. “Es como este chorrito”, explica moviendo una pieza. El sonido cambia de acuerdo con la posición. Se transforma instantáneamente y produce una música caudalosa.
La entrevista tiene lugar en sus dos talleres. Uno diminuto y perfectamente organizado en la colonia Nápoles, está en una vivienda donde la dueña da clases de cerámica y ella es una de las artistas residentes; el segundo fue montado en su propia casa. Después de mostrar las piezas en proceso del primer taller, Aktories conduce al otro taller, amplio y luminoso, con vista al jardín. Las obras están dispuestas para ser escuchadas, para manejar la luz, para que su autora estudie si están produciendo el efecto buscado. “Lo primero que me nació fue crear piedras. Es muy interesante el proceso de concebir las cosas hasta que las vuelcas en la cerámica”. Ante esta especie de concierto de sonidos, le pregunto si ha considerado crear arte sonoro. La respuesta es un sí alegre matizado por la conciencia de que aún no se siente preparada.
El agua puede caer, puede chorrear, y luego hace algo que esta cronista nunca había imaginado: asirse al material desafiando la gravedad. “Tú piensas que se va a chorrear pero no es así. Se desliza por las superficies asiéndose a ellas”. El proceso incluye una parte práctica, la más árida. Toda agua en movimiento necesita una bomba. La escultora trabaja con la proporción áurea: “¿Cómo se proyectaría el agua hacia atrás? ¿De dónde a donde cae el agua? ¿Puede deslizarse?” Otras preguntas son de orden práctico: ¿Cómo hacer para que no se vea el cable de esa bomba que necesita electricidad? El mecanismo, por cierto, le llama trampa de cable: “Es un poco una locura mía querer que todo esto sea invisible, que todo suceda como si no se requiriera de ningún mecanismo”. Por fuera sus piezas son minimalistas, como se ve en las imágenes que acompañan este texto, poéticamente pulcras. Por dentro son un reflejo diminuto de los mundos industrial y arquitectónico. Forma y función. Los arquitectos que 3 tienen acceso a su trabajo suelen preguntar si es arquitecta de profesión. Le causa gracia. Pero hay algo de cierto porque todo arquitecto trabaja el exterior de sus edificios pensando en su función, logrando que todo lo imaginado se exprese de dentro hacia afuera.
En medio de la alegría ante este espacio casi acuático por sus sonidos, una especie de ilusión de los sentidos creada por la música del agua, surgen más interrogantes. ¿Se inspira Aktories en las fuentes árabes, en la cultura japonesa, o acaso en la obra de Kyoto Ota, artista japonés residente en México desde hace 40 años? Le cuento de una pieza suya que en los 90 se autocongelaba en un museo. Ota trabaja en “esculturas habitables”, llamadas así porque las franjas de madera permiten que la luz, el aire y los propios seres humanos, transiten.
Recientemente ha comenzado a exponer. Durante varios años el placer estuvo en crear las piezas. De pronto sintió la necesidad de mostrarlas. De ahí las exposiciones que ha realizado. La más reciente se llama “Agua Táctil”, y está preparando la siguiente. “El agua me rige”, repite. En estos momentos está reparando una obra que pertenece a un arquitecto. Siempre existe esa posibilidad porque la ingeniería sutil de este trabajo así lo permite. Además están las cortinas de agua, los remolinos de agua, las texturas que cambian el curso del agua. No resisto el impulso de tocar una catarata esbelta, minimal, que surge de una pieza con la lisura de una piedra pulida por el mar. A Alexandra Aktories le gusta mi gesto. De eso se trata también.
Magali Tercero: Escritora y periodista
mtercero2000@yahoo.com.mx
Ciudad de México, 2017