Por Alex Stark
Las esculturas de Alexandra Aktories son objetos de una belleza tan sublime que desafían cualquier intento de descripción. A nivel superficial parece que son unas fuentes sutiles, elaboradas magníficamente con materiales exquisitos. Pero al mismo tiempo son unas espléndidas esculturas capaces de provocar en el espectador una experiencia que transporta a una nueva conciencia a través del sonido, el movimiento y la luz. Este efecto es logrado con ingeniosos sistemas donde las piezas, literlamente, engullen el agua -el más flexible de todos los elementos- sobre, debajo y a través de sorprendentes formas cuidadosamente moldeadas en cerámica.
Con sus piezas, Aktories captura la esencia visual, el sonidos y los ritmos de la naturaleza que nos llevan a perdernos en universos completos de sentimientos y sensaciones delicados. Su obra es mucho más que un cuidadoso trabajo con cerámica; cada pieza en un desafío para comprender nuestra propia relación con la naturaleza.
En una escala que la mayoría de los artistas encontraría desafiante, Aktories logra dominar la hidrodinámica compleja, logrando que el agua fluya sobre superficies exquisitas y, en ocasiones, quede casi suspendida, desafiando la gravedad. Este logro es paralelo a su toque hábil con los materiales para crear formas sutiles y complejas de arcilla y piedra; sus formas orgánicas pueden recordarnos aquellos jardines japoneses relizados con rocas o, en ciertos casos, los mejores bonsais. Pero, independientemente de su tamaño, al igual que su contraparte en el arte oriental, la obra de Alexandra conjura visiones de montañas, cascadas y valles que nos transportan, gracias a su elegancia, al punto de olvidar rápidamente la senlliez de los materiales, para centrarnos en la magia de un vasto mundo interior atemporal.
A pesar de cierta referencia obvia hacia las refinadas energías del Feng Shui, éstas piezas no son una recreación romántica de alguna fantasía del Lejano Oriente. La expresión de Aktories se acerca por momentos a expresiones cubistas, o puede referirinos a las curvaturas antropomórficas de Brancusi o Charles Moore. Hay piezas en su colección actual, que recuerdan las obras geométricas de Anthony Caro y David Smith. En otras, se alcanza un sentimiento casi natural de emoción. Con la pieza, titulada Vigilia, nos enfrentamos a una forma abstracta, tan evocadora, que podemos casi interpretarla como una mujer, llorando silenciosa formando un solo arroyo de agua que corre sigiloso por su magnífico rostro.
Y, sin embargo, Aktories no se limita a una corriente estética. En su más reciente colección, podemos encontrar piezas como la titulada Agua Luz II, en la que combina un círculo perfecto que gotea sutil por el contorno liso, iluminada con una luz interior; como un platillo volador, asimila una presencia alienígena hecha completamente de arcilla, agua y luz. Otra de las obras, titulada con tino Volcán de agua dorada, vemos un oscuro cono de arcilla que termina en una punta de donde brota el agua que va caer en un caldero que parece haber sido cubierto por una hoja de oro. La ilusión es tan perfecta que, casi no es necesario preguntarnos, cómo una corriente de agua puede recordar tan de cerca un río de lava tan impresionante. Esperamos que la exploración de Aktories continúe, porque sin duda estamos frente a un talento notable que nos seguirá sorprendiendo y deleitando.
Alex Stark
2016